EL EDITORIAL DE HOY
Cuando un autobús escolar del programa TRAE se detiene, el país entero
debería detenerse con él.
No se trata solo de una norma de tránsito, sino de un acto de respeto a la vida.
Cada niño que cruza la calle con su mochila al hombro representa el futuro de
la República Dominicana.
Y sin embargo, muchos conductores —cegados por la prisa o la indiferencia—
rebasan esos autobuses como si el tiempo valiera más que una vida.
Ese instante define quiénes somos como sociedad: si humanos conscientes o
simples conductores apurados.
La civilización no se mide por la velocidad con que llegamos, sino por la
prudencia con que nos detenemos.
El programa TRAE ha llevado seguridad, equidad y esperanza a miles de
familias, pero su éxito también depende de nuestra conducta.
Un segundo de descuido puede borrar toda una generación de sueños.
En mi natal Vallejuelo lo dicen claro:
“Quien no frena por respeto, frena por desgracia.”
Respetar el paso de los niños es respetar la vida.
La verdadera educación no solo está en las aulas… también está al volante.
Porque cuando la prisa mata la conciencia, lo que muere no es el tiempo… es
el alma del país.
