EL EDITORIAL DE HOY
Los pasos peatonales no son estructuras de hierro y cemento…
son puentes de vida, diseñados para que el ciudadano llegue a su destino con
dignidad y sin tragedia.
Cada día, miles cruzan avenidas como Las Américas, 30 de Mayo e
Independencia con el alma en vilo,
porque el respeto al peatón parece haberse extraviado entre el humo, la prisa y
la indiferencia.
Algunos de esos pasos están rotos, sin escaleras, sin luz, sin cuidado.
Pero lo más alarmante… es que muchos no se usan.
Vemos animales cruzando por arriba… y humanos, por debajo.
Una ironía cruel que retrata una falla doble: en la educación y en la
conciencia.
“Nada revela mejor el carácter de una nación que el modo en que organiza sus
calles.”
— Goethe.
El peatón merece respeto.
La autoridad debe actuar con rapidez, restaurar, señalizar y educar.
Porque no hay avance urbano sin cultura vial,
ni progreso real si se pierde una vida por descuido.
Desde mi querido Vallejuelo lo dicen con sabiduría sencilla:
“El que no respeta el paso, tropieza con su propio pie.”
Cada paso peatonal que funciona… salva una vida.
Que no sigan vacíos los puentes,
ni llenas las páginas de dolor.
Respetemos la vida…
porque caminar con prudencia también es amar al prójimo.
