CUANDO LA AUTORIDAD CALLA, EL DESORDEN HABLA
EL EDITORIAL DE HOY
La lluvia cae… pero más que agua, cae el respeto.
Se inundan las calles, pero también se inundan los valores.
Y mientras la nación se protege del temporal, otros desafían la tormenta con música, tragos y
desobediencia.
Improvisan balnearios en las avenidas, cañadas y callejones,
y se burlan de la autoridad como si el peligro fuera un juego.
Eso no es libertad… eso es libertinaje.
Eso no es alegría… es inconsciencia.
Cada gota de lluvia debería despertar prudencia, no provocar desafío.
Cada orden de las autoridades debería cumplirse, no cuestionarse.
Porque donde la ley se ignora, la vida se pone en riesgo.
Decía Albert Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana.”
Y Kant advertía: “La educación es el desarrollo de la razón, no de la necedad.”
Las cifras no mienten: en cinco años, las imprudencias en medio de tormentas han aumentado
un 37%.
No por falta de avisos… sino por exceso de indiferencia.
Y desde mi Vallejuelo querido lo resumimos con sabiduría popular:
“El que no aprende a respetar, aprende a sufrir.”
La autoridad no puede seguir siendo un consejo… debe volver a ser ejemplo.
El respeto no se impone… se educa.
Y la educación no se improvisa… se enseña, se cultiva, se transmite con el ejemplo.
Hoy el país necesita menos ruido y más civismo.
Menos rebeldía y más conciencia.
Porque cuando la autoridad calla, el desorden habla…
y cuando el pueblo pierde el respeto, se pierde la nación.
