EL EDITORIAL DE HOY
Señoras y señores,
Hoy no vengo a complacer oídos delicados… vengo a sacudir conciencias adormecidas.
Porque la sociedad dominicana —esta que amamos con el alma— ya no está para paños
tibios ni discursos tibios.
Basta ya.
Vivimos en un país donde muchos quieren resultados sin trabajo, gloria sin disciplina,
reputación sin sacrificio… y éxito sin carácter.
Pero la historia enseña otra cosa:
el Coronel Sanders fracasó mil veces antes de freír la receta que alimentó al mundo;
Edison quemó más bombillos que los que encendió;
y Mandela entendió, desde su celda, que la libertad verdadera nace cuando se disciplina el
alma.
Los grandes no se hicieron llorando… se hicieron insistiendo.
Hoy, más que nunca, la responsabilidad es un lujo que pocos practican, pero que todos
exigen.
Y mientras algunos viven en la queja eterna, la estadística habla claro:
Los países que progresan son los que abrazan la cultura del mérito, del respeto y del
trabajo bien hecho.
No hay magia:
hay método, ética, ciencia, honestidad y compromiso.
Por eso este mensaje es para el que se sienta aludido:
Si quiere un mañana distinto, hágalo distinto.
Despierte.
Reaccione.
Suba el estándar.
Deje la mediocridad en la puerta.
No espere que el gobierno, la suerte o el vecino le arreglen la vida.
El futuro —el suyo y el de esta nación— necesita valentía, disciplina y entereza moral.
Porque la patria no mejora con discursos largos… sino con decisiones cortas, rectas y
profundas.
Con ciudadanos que no se venden, no se doblan, no se quiebran.
Con gente que mira al cielo, pero trabaja con los pies en la tierra.
Hoy, como nación, nos toca elegir:
seguir en piloto automático…
o asumir el mando con dignidad.
Que nadie se equivoque:
el tiempo de las excusas murió.
Nació el tiempo de la responsabilidad.
Nació el tiempo de hacer lo correcto, aunque duela.
Nació el tiempo de decir, con la frente en alto y el corazón firme:
¡BASTA YA!
HASTA AQUÍ, NUESTRA NOTA EDITORIAL…
